
Navidad de 2004. El sacerdote, durante la misa del 25 de diciembre, nos lee a los fieles una carta que misteriosamente había llegado a sus manos. El Autor de la carta, con gran ternura no exenta de melancolía, se lamenta en ésta de la banalidad que se ha adueñado de la celebración de su cumpleaños. En efecto -pensé-, no es justo ni delicado que nos divirtamos durante la Navidad mientras al Protagonista principal se le relega al último lugar o, peor aún, se le ofende o se le ignora. La Navidad es otra cosa.
Navidad de 2005. Alguien, tal vez el propio Autor, adivinó entonces mis pensamientos y ha tenido el hermoso gesto de felicitarme enviándome aquella carta que tanto me impresionó hace un año. Después de leerla, mi alegría ha sido grande porque me ha permitido recuperar el sentido de la Navidad. Pero no haría bien si me la quedase egoístamente sin compartirla con los demás. Por esta razón, me ha parecido bueno hacer partícipes de dicha carta a los lectores, pues, al fin y al cabo, a todos va dirigida. Dice así:
«Como sabrás. Nos acercamos nuevamente a la fecha de mi cumpleaños. Todos los años se hace una fiesta en mi honor y creo que este año sucederá lo mismo. En estos días la gente hace muchas compras, hay anuncios en la radio, en la televisión y por todas partes no se habla de otra cosa si no de lo que falta para que llegue el día.
Es agradable saber que al menos un día al año algunas personas piensan un poco en mí. Como tú sabes, hace muchos años comenzaron a festejar mi cumpleaños, al principio parecían comprender y agradecer lo que hice por ellos, pero hoy en día nadie sabe lo que celebran. La gente se reúne y se divierte mucho pero no saben de qué se trata.
Recuerdo el año pasado. Al llegar el día de mi cumpleaños hicieron una gran fiesta en mi honor. Había cosas deliciosas en la mesa, todo estaba decorado y había muchos regalos, pero ¿sabes una cosa?… Ni siquiera me invitaron, yo era el invitado de honor y no se acordaron de invitarme, la fiesta era para mí y cuando llegó el gran día… me dejaron afuera, me cerraron la puerta… Yo quería compartir la mesa con ellos.
La verdad, no me sorprendió porque en los últimos años todos me cierran la puerta. Como no me invitaron, se me ocurrió estar sin hacer ruido, entré y me quedé en un rincón. Estaban todos brindando, había algunos ebrios contando cosas, riéndose, lo estaban pasando en grande. Para colmo llegó un viejo gordo, vestido de rojo, con barba blanca y gritando ¡¡¡JO, JO, JO!!!, parecía que había bebido de más… Se dejó caer pesadamente en un sillón y todos corrieron hacia él diciendo: ¡¡¡Santa, Papá Noel!!!, como si la fiesta fuera en su honor.Dieron las doce de la noche y todos comenzaron a abrazarse, yo extendí mis brazos esperando que alguien me abrazara… Y ¿sabes?, nadie me abrazó.
De repente todos empezaron a repartirse los regalos, uno a uno los fueron abriendo hasta terminarse. Me acerqué a ver si de casualidad había alguno para mí, pero no había nada. ¿Qué sentirías tú si el día de tu cumpleaños se hicieran regalos unos a otros y a ti no te regalaran dada? Comprendí entonces que yo sobraba en esa fiesta, salí sin hacer ruido, cerré la puerta y me retiré.
Cada año que pasa es peor, la gente sólo se acuerda de la cena, de los regalos y de mi fiesta nadie se acuerda.
Quisiera que esta Navidad me permitas entrar en tu vida, que reconocieras que hace dos mil años vine a este mundo para dar mi vida por ti en la cruz y de esta forma poder salvarte. Hoy sólo quiero que tú creas esto con todo tu corazón. Voy a contarte algo, he pensado que como muchos no me han invitado a la fiesta, yo voy a hacer mi propia fiesta, grandiosa, como jamás nadie se ha imaginado, una fiesta espectacular. Todavía estoy haciendo los últimos arreglos, estoy enviando muchas invitaciones y hoy hay una invitación especialmente para ti. Sólo quiero que me digas si quieres asistir; reservaré un lugar y escribiré tu nombre en mi gran lista de invitados con previa reserva y se tendrán que quedar afuera aquellos que no contesten a mi invitación.
Prepárate, porque cuando todo esté listo, el día menos esperado daré la gran fiesta».
Realmente esta carta es maravillosa….
Un fuerte abrazo,
José Manuel