La Fábula del asnito y el veterinario

Recojo hoy una triste historia:

Un día, como casi todos, Carlos llegó a su finca. Al observar su presencia se le acercaron Victoria Margarita (una burrita) y Fidelius (un caballo). Pero con gran sorpresa, también estaba Mayo.

Victoria Margarita había tenido cría, a pesar de que un veterinario había diagnosticado que no estaba preñada; que lo suyo era gordura de vivir libremente, no trabajar y estar bien alimentada.

La burra protegía a su cría y no dejaba que se le acercaran, pero al poco tiempo ya fue posible acariciarle.

Carlos cumplía la metódica rutina de alimentar a sus animales y dispensar los cuidados necesarios para que “Mayo”, el pequeño asnito,  pueda dar sus primeros pasos en este mundo sin mayores sobresaltos.

A finales de mes, Carlos  observó con gran preocupación la ausencia de Mayo.

Pensó que lo podían haber borrado y emprendió su búsqueda en cada rincón de la finca. Encontró a Mayo refugiado en una zona de sombras y lo notó algo decaído. Algo no estaba bien en Mayo.

Inmediatamente llamó al veterinario de la zona, que tiene residencia en Fresnedillas de la Oliva para que lo revisara y le pusiera el chip.

Cuando llegó, efectivamente Mayo estaba echado y según el primer diagnóstico su debilidad se debía a un estado de deshidratación. El veterinario lo pinchó tres veces y le puso algo de suero, más un antibiótico. Mayo reacciono, se levanto y mamo de su madre, pero enseguida se echó de nuevo.

A pesar de la situación, el veterinario simplemente dijo “me tengo que ir, mañana vuelvo y vemos como ha reaccionado”. A veces, todos sabemos, “mañana” es irreparablemente tarde.

A la mañana siguiente, Mayo estaba muerto en medio del campo.

No se supo qué le paso, pero Carlos llamó al Veterinario para avisarle lo ocurrido, para que no viniera.

La imagen de la madre tratando de reanimar a su hijo era dramática y conmovedora. Con la cabeza lo movía, le pisaba suavemente e incluso cuando Carlos empezó a enterrarlo, la burra trataba de impedirlo, por lo que tuvo que atarla.

Carlos pensaba en lo ocurrido y asomó en el la convicción de que el veterinario no había hecho lo suficiente. Cualquier hombre de campo sabe que cuando se necesita aplicar suero a un animal, se coloca “una vía” para poder medicarle sin necesidad de estar pinchando. El veterinario no lo hizo. Atendió a Mayo en medio del estiércol alegando que en el campo no hay quirófanos.

Al día siguiente del triste hecho, el veterinario se presentó y luego de unas palabras de formula, solo agregó: “te hago la nota”. Es decir, sólo fue a cobrar.

Su actuación fue una verdadera e irresponsable chapuza, pues no actuó correctamente, no diagnosticó y no recomendó continuar con el tratamiento que hubiese sido necesario.

El suero se perdió en gran parte, al salirse la aguja de la vena de Mayo y no se continuó con el tratamiento porque el profesional tenía otros compromisos.

Carlos está convencido que Mayo, llegó a este mundo el 19 de mayo, vio lo que hay y pensó…. mejor me voy.

La fábula del asnito y el veterinario no debería pasar inadvertida. Más en este mundo en el que se han perdido valores tan fundamentales como la responsabilidad y la sensibilidad.

No podemos terminar esta pequeña esquela sin dejar los versos del poeta Antonio González, fallecido el pasado año cuando decía:

Ya nuestra sociedad está madura,
ya el hombre dejó atrás la adolescencia
y en su vejez occidental bien puede
servir de ejemplo al perro
para que el perro sea
más perro,
y el zorro más traidor,
y el león más feroz y sanguinario,
y el asno como dicen que es el asno,
y el buey más inhibido y menos toro.

A toda bestia que pretenda
perfeccionarse como tal
-ya sea con fines belicistas o pacíficos,
con miras financieras o teológicas,
o por amor al arte simplemente-
no cesaré de darle este consejo:
que observe al homo sapiens, y que aprenda.

La Redacción de: http://www.diariodelasierra.es

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *