Fiestas.

Ya están aquí; tan esperadas ellas, acaban de irrumpir un año más. El pueblo arde en fiestas aunque, dados los tiempos que corren, habría que tener cuidado con la utilización que hacemos del verbo arder, no vaya a resultar que la metáfora se haga realidad y tengamos un disgusto con los cohetes, petardos y fuegos de artificio.

Pero volvamos a la fiesta, y con ella al bullicio y al incesante transitar de las gentes de un lado para otro, Calle arriba, Calle abajo, luciendo trajes de fiesta, compitiendo con el engalanado pueblo que durante estos días viste, cual torero desmonterado haciendo el paseíllo en el Coso. Es curioso esto de las fiestas, ansiadas por unos e ignoradas por otros. Los hay que esperan su llegada para disfrutar plenamente de ellas; sin embargo, otros huyen a distintas latitudes hasta que cesa el alboroto y el pueblo recobra su habitual calma. Ya se sabe que en cuestión de gustos no hay nada escrito. Muchos critican y censuran la cantidad de festejos taurinos, como si no hubiera mas altenativas culturales para los vecinos.

Tengo ante mí el programa oficial de las fiestas de este año, con el consabido saluda de la alcaldesa invitando a las gentes a «entregarse en cuerpo y alma a la diversión». Carmen y la Corporación Municipal rebosan optimismo y entusiasmo, como es costumbre en ella, animándonos, como regidora.

¡Arriba los corazones! Tiempo habrá en el cercano otoño y en el venidero invierno de traer aquí la amplia lista de objetivos no alcanzados, en cuya consecución habrá de emplearse a fondo la Corporación Municipal… y la ciudadanía, que no está exenta de responsabilidad a la hora de echar toda la carne en el asador.

Y ahora… a divertirse tocan.