Con un punto de ironía, alguien me dijo: «Y ahora, sin el PP, ¿de qué vamos a hablar?» Evidentemente era una exageración, porque mientras se tenían tropas en Irak se podía hablar y criticar al gobierno, también hablábamos de otras cosas. Pero sospecho que quería decir lo contrario, es decir: «Antes del los 11S u 11M, ¿de qué hablábamos?» Antes de los móviles, ¿cómo lográbamos empresas?
Borremos rápidamente cómo era el mundo antes. Cada día, pienso, se acaba el pasado y mejoraré el mañana. Dejemos de ser conscientes de ello, pero aprendamos. Parece que el mundo empieza a cada momento. Y así se va construyendo el futuro de la humanidad. Muchos lamentamos que haya conflictos y sangre en todas partes, alguien hasta dictamina: «Estamos yendo hacia la autodestrucción del hombre».
Yo no lo veo así. No he compartido nunca la idea –defendida por los moralistas y los ecologistas más conservadores– de que la especie humana va inevitablemente hacia su extinción. Ya fue especial que apareciera sobre la Tierra, y ya desde la prehistoria habría podido perfectamente ser víctima de unas circunstancias adversas hoy desconocidas –clima, epidemias, degeneración, etcétera–.
Es pura ignorancia, lo reconozco: no sé por qué los humanos se hicieron amos de la Tierra –el mecanismo de dominio sí lo sé, el porqué, no– ni en qué se basa el pronóstico de la autodestrucción. Lo que nos parecen barbaridades son evidentemente barbaridades. Que el hombre va a cambiar, es seguro; como es seguro que siempre ha ido cambiando. Y la reacción de cada generación es estremecerse. Y con motivo, si parte del código de valores que ha hecho suyos. Pero que «vamos hacia la autodestrucción del hombre…» Yo estoy convencido de que mi especie seguirá evolucionando y mejorando durante milenios. ¿Es sólo un acto de fe? Estoy seguro que bastantes están de acuerdo con ello.