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BUSH NO SIEMPRE DICE TONTERÍAS

josep Pernau

Está reconocido universalmente que el presidente Bush dice muchas tonterías. Tanto es así que se le reconoce como el creador de un género, llamado bushisms, cuya equivalencia no es otra que meteduras de pata de Bush.
La ciudadanía va a la caza de nuevos disparates presidenciales, con los que se han publicado libros de gran éxito, traducidos a todos los idiomas. Uno de los más conocidos es aquel que dice: «Nuestras importaciones nos llegan cada vez más del extranjero». O aquel otro que es todo un programa de Gobierno: «Nuestra nación debe unificarse para estar unida».
El presidente irá a la reelección, pero no es seguro que salga. Por primera vez en muchos años, un candidato a repetir el mandato se ve sobrepasado en intención de voto. Los asesores son previsores y se afanan ahora en que quede de él alguna frase sensata, no sea que sólo deje tonterías. Así hay que interpretar las palabras de su puño y letra añadidas al mensaje escrito que le pasaba su colaboradora Condoleezza Rice, en el que se le hacía saber que, después de una ceremonia secreta celebrada en Bagdad, Irak acababa de estrenar la poca soberanía que Estados Unidos y su presidente tenían la gracia de concederle.
Un presidente ha de dejar siempre una frase histórica para la posteridad. Bush ya la tiene: «¡Dejemos que reine la libertad!». Ha quedado escrita en el papel de la asesora en temas de seguridad y no sería de extrañar que acabara en un museo. La palabra libertad no podía faltar, aunque tenga que estar tutelada por los marines. Breve como un eslogan comercial, es una frase bien construida. Tanto, que no parece suya. Gracias a ella se contrarrestan los cientos de bushisms acumulados en los últimos cuatro años.